eso es en pocas palabras: ir en moto.
Pero quiero pegar aquí unas lineas que definen mejor que es "ir en moto",
están sacadas de la historia de un soñador, un gran motorista,
se llamaba Burt Munro (25-marzo-1899/6-enero-1978) un neozelandés que con sus 68 años y padeciendo del corazón, batió en 1967 el récord mundial de velocidad al superar los 300 km/hora con su vieja moto Indian Scout de 1920, íntegramente perfeccionada por él, un trabajo que le llevó décadas ya que compensaba la falta de dinero con su pericia como mecánico y él mismo se fabricaba las piezas. Lo consiguió en Estados Unidos, durante la conocida “Bonneville Speed Week”, que se celebra anualmente y en agosto, Utah, en un antiguo lago convertido en salar, lugar mítico en el que se reunen los amantes de la velocidad para tratar de batir un nuevo récord por tierra.
Desde Burt Munro ninguna otra Indian ha conseguido superar el récord en su cilindrada, menos de 1000 cc.
Burt Munro dijo: “He vivido mas en cinco minutos sobre mi moto que mucha gente en toda su vida”
Cinco minutos, cinco minutos en moto.
En cinco minutos he percibido mas sensaciones que cualquier otra persona y no estoy exagerando en absoluto. En cinco minutos he visto mas luz y mas color, he visto desfilar ante mis ojos paisajes que solo quien pilota una moto puede ver.
¿Y porque? -te preguntarás,
Lo que tu ves, lo que tu percibes también lo ve cualquier automovilista–afirmarás.
Pues no, no es igual.
En ese breve espacio de tiempo siento las mil y una imperfecciones de la carretera, debo tomar mas decisiones que cualquier otro conductor, mi cuerpo siente la presión del aire, mis manos aferran el manillar y dirigen en perfecto equilibrio la maquina que me transporta, debo calcular las distancias, lo giros y maniobras con mayor antelación, perfección y exactitud, siento todos los músculos de mi cuerpo en tensión por la circulación y esto (y no es todo) solo es el aspecto físico.
Mis pulmones dilatados por la presión del aire reciben un caudal de aire inaudito, mi pituitaria asimila la amalgama de olores que me rodean, el olor a campo, goma caliente, asfalto, gasolina, aceite… mi cuerpo entero siente la temperatura ambiente haciéndome vivir una realidad que no se puede apreciar en un vehículo y esto (y no es todo) es solo la parte exterior.
Mi ser, mi ser íntimo, se siente aéreo, soy parte del viento, me siento en armonía con cuanto me rodea y mi horizonte no tiene límite, mis ojos miran mas allá de la línea negra, me dan la amplitud real de mi situación y me convierten en parte del paisaje, soy uno con la carretera, y esto (que no es todo) es solo la parte emocional.
No puedo describir la sensación que tienes cuando se pone a prueba tu destreza, cuando un día de lluvia o nieve ves acercarse una curva cerrada y vas a más velocidad de la aconsejable, la adrenalina fluye y tu cuerpo se enerva preparándote para lo peor… o lo mejor, vences la curva, has dominado la maquina y ésta te ha ayudado a salir con bien de la apurada situación, respiras aliviado mientras sientes tu corazón a las mismas revoluciones que tu moto, saliendo por tu boca, y esto (que no es todo) es solo la parte técnica.
Sentir la poderosa fuerza de la moto que montas, notar que formas parte indisoluble de ese conjunto de metal, oír no solo en tus oídos sino en tu alma el bramido del motor y entender su lenguaje, asentir a sus demandas y traducirlas en un golpe de puño, en un movimiento de cadera, en un toque preciso de freno, aceptar su invitación a continuar, a seguir viajando indefinidamente hasta mas allá del horizonte, a olvidar tiempo, espacio, mundo y entrar en el tuyo propio, en ese en el que vives solo tu y donde no hay mas ley que ser libre ni mas obligación que ser feliz… y esto tampoco es todo.
Nunca diré que quien viaja en un coche no tiene merito, tiene tanto como yo, pero lo que si sé es que encerrado en ese submundo de metal y vidrio, en ese cubículo de aire viciado no se puede apreciar la grandiosidad del espacio abierto. No, no me dan ninguna envidia aunque yo me pele de frío sobre mi moto y ellos lleven calefacción, aunque mi culo grite en cada bache y ellos estén cómodamente sentados en sillones de piel, ni porque ellos oigan música o noticias mientras yo escucho la canción del viento…
Y eso solo en cinco minutos.
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